Nivel III

Toma en consideración varias letras de las palabras para ratificar o rechazar su anticipación.

Al comenzar un recreo, dos alumnos de primer grado se dirigen a su maestra y le preguntan si ella sabe cómo había salido el partido entre River y Racing que se había jugado la noche anterior. La docente les responde que no sabe pero les ofrece su periódico para que busquen mientras ella sale con los demás alumnos al patio. Pablo y Sebastián -escribían de manera silábica usando privilegiadamente las vocales- buscan la sección deportiva, la abren, identifican una foto con los jugadores e intentan leer el siguiente cuadro en el que aparece el resultado en la primera fila y en las siguientes, los nombres de los jugadores con la calificación que los críticos solían colocarles.

RACING 1 RIVER 2
Ignacio González 5 7 Germán Burgos
Mauro Navas 5 6 Hernán Díaz
Carlos Galván 7 6 Celso Ayala
(…) (…)
PABLO SEBASTÍAN
(Señala la inicial de RIVER). Mirá… esta es la “ra” de Racing. ¡Mirá! ¡Racing 2 y River 1!
(Sonriendo). ¡Ganamos nosotros!
(Se queda preocupado mirando el cuadro).
Vamos al recreo. (Sigue mirando y de repente dice enfáticamente). ¡Esperá, esperá!
¿Qué? ¿“Racing” tiene “eee”?
Raaacing… No, no tiene “e”. ¡Ja! Y “River”, ¿tiene “a”?
Riiiveeer… No… no tiene… Entonces, acá (señala RIVER) dice “River” y acá (señala RACING) dice “Racing”.
¡Ganamos nosotros!
Pablo toma en cuenta solo la letra inicial de RIVER para decidir que ahí dice “Racing”. Sebastián logra interpretar adecuadamente el resultado del partido haciendo una exploración más exhaustiva de la palabra. Ahí descubre que “Racing” no puede contener una “e”. Después refuerza su postura al señalarle a Pablo que la otra palabra (RACING) contiene una “a” que de ninguna manera puede corresponder a la escritura de “River”.